¡DIOS HACE HABITAR EN FAMILIA A LOS DESAMPARADOS! Salmo 68:6a ~ Ministerio a La Familia Monoparental ~ ¡BIENVENID@S!
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DIOS HACE HABITAR EN FAMILIA A LOS DESAMPARADOS. Salmo 68:6a

¿Cómo Resolver Los Problemas Familiares Según La Biblia?

“…SOPORTÁNDOOS… LOS UNOS A LOS OTROS EN AMOR, PROCURANDO MANTENER LA UNIDAD DEL ESPÍRITU…”                 (Efesios 4:2b)

Cuando es mas fácil hablar con otras personas que con tu propia familia, algo va francamente mal. Tu familia debería ser un una “red de apoyo” y de seguridad que te recoge cuando te caigas. Nos gusta ver a la familia como un padre muy trabajador, una madre hogareña, dos hijos, un perro y una casa rodeada de una verja. Pero para mucha gente, la familia significa problemas económicos, hijos problemáticos y esposos enfrentados. Por eso, Pablo escribió: “Os ruego que andéis… con… humildad…, soportándoos… en amor, procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:1b-3). Se necesita una gran dosis de gracia para que todo eso funcione. De manera que, empieza a orar por tus hijos en vez de poner barreras que os distancien cuando no estáis de acuerdo. No siempre vais a entenderos, pero debéis aprender a respetaros.
Cuando Dios dijo: “Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él” (Proverbios 22:6), no dijo cuándo se le puede considerar a alguien “…viejo…” o cuándo vas a recuperar tu “inversión”. Cada familia tiene sus altibajos y todos los árboles genealógicos producen algunos chiflados. De hecho, a veces, ¡lo mejor está bajo tierra! Pero si desapareces cuando las cosas se ponen difíciles, te perderás la recompensa que habrías obtenido si te hubieras quedado. A menudo, el hijo que más te resultará ser de bendición es el que no comparte tus puntos de vista, se casa con alguien que no te gusta y no te invita a cenar. Al final de cuentas, ninguna de esas cuestiones es importante, porque tu familia es una “inversión” que dura toda la vida. Lo que sí es importante es que os améis y os soportéis incondicionalmente ahora mismo.

“…SOPORTÁNDOOS… LOS UNOS A LOS OTROS EN AMOR, PROCURANDO MANTENER LA UNIDAD DEL ESPÍRITU…” (Efesios 4:2b)

Acercándose al final de su vida, cuando debería haber bendecido a sus hijos Simeón y Leví, Jacob dijo: “Maldito sea… su ira, que fue dura” (Génesis 49:7). Pero su conducta no debería haber supuesto ninguna sorpresa para Jacob; después de todo,¡de tal palo, tal astilla! El hecho es que Jacob ya les había formado con su propio ejemplo cuando engañó a su padre, habiendo su madre colaborado en ello (lee Génesis 27:1-29), y a su suegro (lee Génesis 30:25-43). Las normas de conducta se transmiten de generación en generación “…y una casa dividida contra sí misma, cae” (Lucas 11:17b). Madre/padre, tus acciones y actitudes podrán bendecir o echar a perder a tus hijos. Por lo tanto: “Instruye al niño en su camino…” (Proverbios 22:6), porque si no, van a heredar algo más que tu color de ojos; acabarán teniendo tu misma disposición emocional e inestabilidad…
No involucres a tus hijos en las disputas conyugales. Salomón avisó: “…el enojo reposa en el seno de los necios” (Eclesiastés 7:9b). Tus hijos son un objetivo fácil para vuestro extraviado enfado. Y aunque vuestros arrebatos emocionales no estén dirigidos a ellos, aun así sufrirán las consecuencias. Por ejemplo, el jefe te reprende en el trabajo y como no puedes desahogarte, llegas a casa como un toro de lidia y envistes a todos los que se te cruzan en el camino. Aunque viviste eso en tu infancia, ya no eres un niño. ¡Baja el volumen! No permitas que tu enojo se desenfrene. David oró: “Pon guarda a mi boca… No dejes que se incline mi corazón a cosa mala…” (Salmo 141:3-4). Y Santiago dijo: “Someteos… a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). Ésta es la única forma de cambiar las cosas en tu familia.

“AIRAOS, PERO NO PEQUÉIS…” (Efesios 4:26)
Dios no nos niega el derecho de usar las emociones, pero sí nos hace responsables de cómo las manejamos. Por ejemplo, nunca está bien abusar de aquéllos que Él ha puesto a nuestro cuidado. Pablo dijo: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo…” (Efesios 4:26). A Satanás le encantaría tener acceso a tu hogar para convertirlo en un infierno. Y cada vez que te pones furioso/a, estás perdiendo terreno ante él. Las palabras fuertes jamás dan lugar a un discernimiento equilibrado. Salomón dijo: “…el impaciente de espíritu pone de manifiesto su necedad” (Proverbios 14:29b). La llave para manejar tu enfado está en encontrar formas de expresarlo sin que acabe en una “explosión”. Es bueno compartir tus sentimientos, pero debes hacerlo de una manera correcta. Al final, no se trata de quién lleva razón y quién no (o quién grita más), sino de encontrar la solución más adecuada para todos.
Nadie puede ser siempre lo que quieres que sea. Es imposible tener una relación amorosa duradera sin aprender a aceptar las debilidades humanas. De manera que, en vez de recrearos en los defectos recíprocos, concentraos en lo que os une como familia. El psicólogo Paul Pearsall dijo: “La mayoría de nosotros daría la vida por un miembro de la familia. Sin embargo, muy a menudo vivimos al diario dando la familia por conseguida”. Aprende a controlar tu genio; tu familia se lo merece. Después de todo, ¿qué otras personas te aman tanto, hagas lo que hagas? Y ¿en qué otro lugar vas a encontrar el bienestar que viene a través de tal núcleo de apoyo?

“NADIE PUEDE VENIR A MÍ, SI EL PADRE, QUE ME ENVIÓ, NO LO ATRAE…” (Juan 6:44)

Volviendo a casa del bar a última hora de la noche, un joven se encontró a su tía santurrona en el autobús, la cuál le dijo de una manera sarcástica: “¿Sabes que vas derecho al infierno?”. “¿De verdad?”, dijo él, “¡No me diga que me he equivocado de autobús otra vez!”. Ahora en serio, todos deseamos que nuestros familiares sean creyentes como nosotros, pero no podemos forzarles. Jesús dijo: “Nadie puede venir a mí, si el Padre, que me envió, no lo atrae…” (Juan 6:44). ¿Quiere decir esto que debemos dejar de orar por ellos? ¡Claro que no! Pero a pesar de tus oraciones y mejores esfuerzos, puede ser que todavía queden miembros de tu familia que no hayan decidido seguir a Jesús, y algunos de los que sí lo deciden posiblemente se unan a otras denominaciones. A lo largo de la historia ha habido innumerables guerras por motivos religiosos; no conviertas tu hogar en un “campo de batalla” también. Como dijo una vez la primera dama francesa Yvonne de Gaulle: “Hasta la presidencia es temporal, pero ¡la familia siempre permanece!”.
No tienes por qué disculpar el estilo de vida de alguien para demostrarle tu amor y tu apoyo. Y no des la espalda a aquéllos que han sido buenos contigo porque no sirven a Dios del mismo modo que tú lo haces. Tal vez no hayan tomado siempre las decisiones más sabias, pero cuando estés mal de dinero, es muy probable que sean ellos los que van a estar allí para ayudarte. No les machaques con la Biblia, simplemente ponla en práctica dándoles tal ejemplo que ellos lo querrán imitar. Jesús dijo: “Y Yo, cuando sea levantado…, a todos atraeré…” (Juan 12:32). En vez de destrozar a tu familia, haz que tu fe sea el “adhesivo” que la mantenga unida.
Fuente:
http://www.devocionalescristianos.org


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