1. El Templo y el sacrificio
Si queremos analizar la crítica de Jesús al sacrificio y al Templo, así
como la clase sacerdotal que ejercía el poder en esta institución de
la religión judaica, debemos también considerar, aunque no exhaustivamente,
la institución del Templo y su papel económico, social
y político, lo mismo que otras instituciones que se encuadran con cierta
centralidad en la confrontación de Jesús con la religión judaica. Esto lo
haremos más adelante en la forma de exposición exegética de textos específicos.
El Templo de la época de Jesús fue mandado construir por Herodes, quien
inició su construcción sobre lo que quedaba del Segundo Templo, el cual había
caído ante el cerco de las tropas de Pompello en el 63 a . C. (1). Su
estructura básica fue concluida después de diez años.
El Templo de Herodes era tolerado por los judíos, dado que tenía señales visibles de la presencia pagana. A la fortaleza Antonia , en su esquina noroeste, era donde los sacerdotes iban a buscar sus vestimentas sagradas. Allí residía el procurador romano, y se alojaba también la guarnición romana. Además de eso, como bien apunta G. Theissen (2), su construcción de estilo helenístico no ayudaba a su plena identidad judaica. El Templo, como veremos, se había convertido en un instrumento ideológico-religioso de la dominación económica, social y política romana.
El Templo de Herodes era tolerado por los judíos, dado que tenía señales visibles de la presencia pagana. A la fortaleza Antonia , en su esquina noroeste, era donde los sacerdotes iban a buscar sus vestimentas sagradas. Allí residía el procurador romano, y se alojaba también la guarnición romana. Además de eso, como bien apunta G. Theissen (2), su construcción de estilo helenístico no ayudaba a su plena identidad judaica. El Templo, como veremos, se había convertido en un instrumento ideológico-religioso de la dominación económica, social y política romana.
1. 2. La estructura del Templo
El Templo estaba constituido básicamente de la explanada, que tenía dos
atrios. El mayor y externo era el atrio de los gentiles, de
ingreso permitido a todas las personas, sin distinción de raza ni
religión. Este atrio se hallaba cercado de pórticos, siendo el más concurrido
el de Salomón, donde se reunían los rabinos para ejercer su enseñanza. Allí se
instalaban los cambistas, y del mismo modo los vendedores de palomas y otros
animales destinados al sacrificio. En este espacio inicia Jesús su acto de
purificación del Templo (Mt. 21, 12s).
De este atrio se pasaba al atrio interior, donde había un límite en la
entrada, en el cual estaba escrito, en griego y en latín, que se prohibía la
entrada de gentiles, bajo pena de muerte (Hch. 21, 28). Este atrio interior,
como se puede deducir, era un área considerada santa. Daba ingreso a ésta a
través de nueve puertas. La mayor, y la más bonita, quedaba al este y era
llamada Puerta Hermosa (Hch. 3, 2). A partir de esta puerta se iniciaban tres
atrios interiores, descubiertos y separados: el primer atrio era el de las
mujeres, el segundo era el atrio de Israel o de los hombres, y el tercero el de
los sacerdotes. En una esquina a la izquierda del santuario estaba el
Sanhedrín, o consejo de Israel, presidido por el Sumo Sacerdote, y lugar de
profunda importancia política.
La construcción nos muestra ya una estructuración ideológica, pues el
pasaje hacia cada una de estas partes del Templo se hacía subiendo cada vez más
peldaños, hasta llegar al santuario, al igual que al Santo de los Santos,
lugar de acceso al Sumo Sacerdote, quien en la época de Jesús era puesto y
depuesto en diferentes momentos, tanto por Herodes como por los romanos. Con
esto el Templo perdió la dignidad del período asmoneo, cuando los sumos
sacerdotes eran sucedidos hereditaria- mente.
Aún más. Véase que la estructura ascendente indicaba que los sacerdotes
estaban más próximos a Dios, y por eso ejercían el poder. Se trata de una
mitificación religioso-ideológica que legitimaba el statu
quo .
Así pues, el Sumo Sacerdote era el gran jefe religioso de la
nación israelita. Líder de todas las actividades del Templo, y con innegable
influencia en la vida nacional, presidía el Consejo Sanhedrín, al cual
cabía dirigir y orientar al pueblo en la obediencia de la Torah. Cabía
también a él la presidencia de los grandes cultos nacionales, como el Día de la
Expiación, y con frecuencia en la Pascua. Caifás (18-36 d. C.) fue el Sumo
Sacerdote del período del ministerio de Jesús.
Es realmente característico que los intereses del pueblo estaban
sometidos al cumplimiento de los objetivos políticos de Roma, la cual a través
del Sumo Sacerdote entraba en el Santo de los Santos y presidía el Sanhedrín,
utilizando visiblemente la fe israelita como instrumento para legitimar un
proyecto político de dominación. Sin duda, la clase sacerdotal y toda la
jerarquía comían de la mano del dominador extranjero, y a él servían. Nosotros,
que vivimos en el continente americano, conocemos esto. El imperialismo del
norte ha usado muchos movimientos de misiones cristianas para encubrir un
proyecto de colonización y opresión, y bajo su bandera ha perpetrado un
verdadero genocidio de naciones indígenas y de explotación del pueblo
latinoamericano.
1. 3. La función económica del Templo
A partir de los veinte años, todo israelita debía pagar anualmente el
llamado impuesto del Templo. Recaudadores recibían este impuesto, no sólo en
Israel, sino también en todo el mundo greco-romano. El Templo poseía su propia
moneda, de ahí la necesidad de los cambistas. Alrededor del Templo y sus
actividades cultuales y sacrificiales vivían, además de los centenares de
sacerdotes, los levitas y sus familias. Había los profesionales que servían a
la estructura y funcionamiento del Templo, como la familia Garmo que preparaba
los panes de la proposición; la familia de los Entinos, a la cual cabía los
perfumes y el incienso usados en el Templo, etc. Estas familias, de acuerdo con
J. Jeremías (3), llegaron a hacer hasta huelga por
mejores salarios y, según consta, tuvieron éxito. Aparte de ellos
estaban los que trabajaban en la construcción del Templo, que sólo quedó
concluido en el 64 d. C., y en esta obra, que tuvo diferentes momentos de
intensidad, trabajaban desde orfebres hasta albañiles.
Además de estos trabajadores, estaban los comerciantes que vivían a
costa del movimiento de los peregrinos, venidos no solamente de Israel, sino
también de toda la diáspora. El Templo servía asimismo como gran granero para
la acumulación de la producción de Israel. Todo labrador tenía que separar el
12 por ciento de su cosecha y crías para pagar el diezmo sacerdotal y la
ofrenda, más un segundo diezmo para los pobres o como provisión depositada en
el Templo (4). Esto sin olvidar que ellos mismos debían ofrecer sus sacrificios,
para lo cual tenían que adquirir animales considerados sin mancha, y que
únicamente eran vendidos en Jerusalén, principalmente en la explanada del
Templo.
Con esto vemos que el Templo era usado también como instrumento de
expropiación económica, todo en nombre de la fe israelita. De esta forma,
la dominación política, económica y el control social, eran
realizados fundamentalmente a través del Templo. Este control
político-social se esparcía por las provincias a través de las
sinagogas, formadoras que eran de la ciudadanía y de la conciencia histórica
del pueblo judío.
La expiación de los pecados del pueblo, por medio del sacrificio,
generaba no sólo una clientela económica cautiva, sino también una
dependencia concreta, toda vez que la vida nacional y sus caminos de
prosperidad económica dependían de la bendición que vendría del sacrificio
expiatorio realizado en el Templo. De ahí el papel fundamental del sacerdocio y
del culto como forma de dominación económica, social y política.
Es en este cuadro que se ubica la crítica de Jesús al Templo y al culto
sacrificial, por lo que representaban en términos de infidelidad, dominación y
explotación, como veremos en diferentes textos que ilustran esta crítica.
2. La purificación del Templo y la sentencia profética contra éste por
Jesús (Mt. 21, 12s; 24, 1s)
La crítica de Jesús al Templo y al sacrificio ocurre de muchas maneras,
pues la confrontación de Jesús con los fariseos y los saduceos es una de las
principales tramas de los evangelios, trama que termina justificando su muerte,
como signo inevitable, por la profundidad que este conflicto va adquiriendo en
el Evangelio.
Es verdad que cada comunidad, base productora del texto, ve el conflicto
de modo existencial, siempre a la luz de su testimonio y caminata de fe, de ahí
las diferentes formas de abordaje que encontramos en cada Evangelio. Nuestro
texto es el de Mateo, sin dejar de lado uno u otro abordaje de otros textos de
los evangelios que nos ayuden a clarificar la crítica de Jesús a la sociedad
israelita del siglo I, principalmente a la religión judaica, al Templo y al
sacrificio, en aquello que ellos representaban de dominación económico-política
al servicio de la opresión del imperialismo romano.
El primer texto es el de la purificación del Templo, en conjugación con
la sentencia profética de la destrucción de éste. Ello por cuanto entendemos
que, en este sentido, la secuencia narrativa correcta sería la que se encuentra
en Jn. 2, 13-22, la purificación seguida de la sentencia sobre la destrucción
escatológica del Templo. Pese a esto, hemos optado por el texto de Mateo por
razones que veremos más adelante.
La cuestión del relato de la purificación del Templo y la profecía de la
destrucción de éste, comienza antes que todo en una polémica
histórico-literaria, ya largamente discutida (5). Nos limitaremos a identificar
esta polémica, sin entrar a discutir largamente las diferentes posiciones de
los exegetas, dado que nuestro abordaje, más que una investigación literaria,
busca una interpretación sociológica.
La posición del relato en el contexto del ministerio de Jesús, ha sido
uno de los temas más polemizados. ¿Cuándo habría procedido Jesús a la expulsión
de los cambistas y comerciantes del Templo? ¿En el inicio de su ministerio,
como sugiere el Evangelio de Juan, o al final, como lo presentan los
sinópticos? Personalmente pienso que ella se debe localizar al final, y esto
por razones que veremos a continuación.
En la propia redacción sinóptica existe una diferencia, ya que Lucas y
Mateo no siguen a Marcos en la secuencia de los episodios, pues colocan el
texto inmediatamente después de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, en
tanto que Marcos sitúa el episodio un día después. Así pues, la manera de
ubicar el relato en Lucas y Mateo parece más lógica.
El texto de la purificación debe ser ubicado al término del ministerio,
por ser la culminación de una confrontación que comienza luego del inicio del
ministerio de Jesús. Confrontación ésta con los escribas y fariseos, a la cual
va a seguir la confrontación con la clase sacerdotal, y que ocurre por las
críticas hechas por Jesús a la religión como un todo, al legalismo formal
rabínico y al sacrificio en particular, como centro vital del culto judaico.
Por lo tanto, la purificación del Templo se convierte en una confrontación
vital, la cual va a ser una de las acusaciones hechas por los judíos contra
Jesús (Mt. 26, 60-62); lo acusan de intentar destruir el Templo, o sea, de
amenazar la estructura del poder político-económico que él representaba.
Esta crítica es antecedida de la crítica a una enseñanza desarrollada a
partir de la sinagoga. El rechazo del Templo testifica el rechazo de la
sinagoga, que en el Evangelio de Lucas ocurre inmediatamente después del
discurso de la misión (Lc. 4, 16-21). Queda claro en los sinópticos que la
misión de Jesús choca con la misión de la oligarquía religiosa de Israel,
representada en el Sanedrín por sacerdotes, escribas y ancianos.
La purificación del Templo, con la expulsión de los vendedores y
cambistas, debe ser vista en Mateo dentro de un orden literario y teológico muy
intencional: 1) Mt. 21, 1-11: Jesús, el Rey y Mesías, entra y es aclamado en
Jerusalén por el pueblo. Jesús, el Mesías, toma posesión de la ciudad; 2) Mt.
21, 12-17: Jesús, como Mesías y Rey, toma posesión del Templo. La purificación
es un acto de posesión, pues un nuevo orden se inicia. El clima es el del Día
del Señor, dado que la purificación es seguida de la curación en el recinto
sagrado de los ritualmente impuros. En efecto, los ciegos y los cojos son
curados, en un verdadero clima apocalíptico; es como si la revelación del Día
del Señor ya comenzara a ocurrir.
Es interesante notar que toda la estructura teológico-ideológica que
legitimaba el orden social y político es cuestionada por el Mesías-Jesús. Lo
que era sustentado por la oligarquía religioso-política como puro tiene que ser
purificado, por cuanto no lo era. Los hijos de Israel ciegos y cojos, eran
clasificados como impuros por los mismos religiosos, y por eso tenían prohibido
entrar en el santuario. Ahora ingresan en él y son purificados por el verdadero
Señor, Jesús. Es, de hecho, el día de la visitación de Israel, de Jerusalén y
del Templo, por el Señor. Este hecho es reforzado por la perícopa siguiente:
Mt. 21, 18-22, que es una condenación profética a la higuera, que es Israel.
Ya la profecía sobre la destrucción del Templo inaugura, en Mateo, el
sermón apocalíptico de Jesús, antecedido por los ayes proféticos contra los
escribas y fariseos. Tal sentencia profética de Jesús contra el Templo, muestra
que Jesús consigue percibir, a la luz de la interpretación de la comunidad
cristiana de Mateo, que el Templo encerraba toda la sede del poder que se
oponía al Reino de los Cielos (Dios), tema de la predicación del Mesías en
Mateo. El Reino de los Sacerdotes se ha apropiado de lo sagrado y de la causa
de Dios para servir a sus intereses. Es lo mismo que más tarde hicieron con la
Iglesia los reyes de las potencias colonizadoras de Europa: en nombre de Dios perpetuaron
la opresión y el engaño contra el pueblo al que debían servir.
En función de este cuadro, se puede entender la preocupación que la
postura de Jesús generó en las autoridades judaicas organizadas en el Templo.
La sentencia de la destrucción del Templo llevó a una asociación con las
multitudes que aclamaban a Jesús, originando quién sabe qué temor de un
levantamiento en Jerusalén. Eso no convenía a los romanos; tampoco a las
autoridades judaicas. Algunos exegetas han apuntado esta acusación como la principal
causa que esgrime Pilatos en el proceso contra Jesús. Luego, la destrucción del
Templo levanta la sospecha de un levantamiento popular, y eso debía ser
superado matando al profeta y líder.
3. Publicanos y pecadores, categoría de marginalidad: el sistema de
pureza como forma de dominación (Mt. 9, 10-13)
Cafarnaúm es el lugar y el cuadro histórico-social de este relato. Había
allí un importante puesto de cobro de impuestos ( télos ), y
los funcionarios, conocidos como cobradores de impuestos o publicanos ( telônes ),
no gozaban de ningún respeto o consideración social. Eran más bien odiados.
Estos cobradores de impuestos, en el área de Cafarnaúm, estaban al servicio de
Herodes Antipas, tetrarca de esta región. Esto tornaba a los impuestos más
opresivos, dado que los publicanos cobraban para Herodes, que a su vez lo hacía
para Roma. En cada nivel, los impuestos eran aumentados con tasas. Estos
impuestos podían ser de diferente naturaleza: uso de caminos y puentes,
diferentes artículos comerciales (como artículos raros, venidos de lugares
distantes), esclavos, ropas, etc. Los publicanos eran considerados impuros,
principalmente por su relacionamiento con los gentiles, y frecuentemente se
convertían en infractores de disposiciones legales rabínicas. Además de eso,
eran tenidos como traidores del pueblo de Israel. La clasificación publicanos y
pecadores era un sinónimo, cargado de sentido político-religioso. Dentro de
esta gente Jesús convoca a Mateo (Leví), para ser su discípulo.
La postura de Jesús choca con los límites fijados por el fariseísmo.
Nadie osaba traspasarlos. El Evangelio de Mateo trabaja ese texto en esa
confrontación, extremadamente vital para el Evangelio: la norma farisaica no es
sinónimo de justicia. La justicia quien la realiza es el Mesías Jesús. En Mateo
y Marcos, Jesús es el gran acusado: ¿por qué come vuestro Maestro con los
publicanos y pecadores? Ya en Lucas todos son acusados; no se distingue la
postura de Jesús de la de la comunidad de los discípulos. Sin duda, quien se
acercó a los publicanos y pecadores fue Jesús; es muy difícil creer que los
discípulos hayan enfrentado las prescripciones rabínicas y sacerdotales de lo
puro e impuro. Ciertamente, cuando se vincularon con publicanos y pecadores lo
hicieron en seguimiento de la actitud de Jesús. Así, pues, la versión de Mateo
preserva más de cerca la confrontación original.
Es importante subrayar que los publicanos eran siempre funcionarios,
empleados públicos o de un beneficiario del uso del bien público (6). Tales
beneficiarios del cobro de impuestos, incluso del impuesto personal, se volvían
muy influyentes, hasta el punto de convertirse en una fuerza política. Los
llamados herodianos estaban ligados a esta oligarquía político-financiera.
Estos empresarios no participaban en el negocio impuro del cobro de los
impuestos, sino que recurrían a esclavos y servidores en general (7). Entre
ellos había una jerarquía de publicanos y jefe de publicanos, de telônes y archi-telônes, según
atestigua el lenguaje de los evangelios. Zaqueo es llamado archi-telôn, un
jefe de publicanos.
La verdad es que el pueblo es usado contra él mismo, para ejercer la
opresión y la discriminación establecida por los gobernantes. En este sentido,
cargamos todavía hoy con esta contradicción en nuestra tierra latinoamericana:
el pueblo siendo utilizado contra sí mismo, contra sus intereses sociales.
Jesús actúa para dar conciencia al pueblo de esa situación. No endosa el
estigma de que los publicanos eran impuros y debían ser odiados. El intenta
reunir al pueblo acogiendo a todos en una nueva comunidad, la comunidad del
Reino, donde el criterio es la misericordia y la justicia, en oposición a la
opresión y a la discriminación. Tal opresión era legitimada por el sistema
religioso, amparado en la sinagoga y en el Templo.
Lo que ciertamente representa un desafío especial en el texto es el uso
del profeta Oseas, lo que ocurre específicamente en Mateo. Existe, sin duda,
una relación directa entre la religión de pompa, sacrificios y fiestas
solemnes, y la no-conversión al pobre, al huérfano y a la viuda. Aquí , como en
los profetas, el judaísmo es acusado de ser una religión de rituales, pero sin
justicia. Este tema era uno de los propósitos especiales de la crítica de los
profetas (Os. 6; Am. 5, 20-25; Is. 1, 10-17; Jr. 7, 21-27). En este círculo de
rituales se insertan las celebraciones cristianas después del desembarco de las
fuerzas invasoras en tierras de América. Un ritual que no está al servicio de
Dios, tampoco del pobre, sino al servicio del opresor. Jesús estaba anunciando
que faltaba el amor, la justicia, la misericordia.
Junto a la crítica al culto y al sacrificio, hallamos la crítica al
sistema de lo puro y de lo impuro establecido en el Templo. La
designación amartolôi (=pecadores), traduce la forma práctica
de la dominación del sistema de lo puro y de lo impuro en la vida del pueblo.
Los pecadores eran la expresión que designaba a un grupo específico de personas
con características sociológicas propias. Ya no se trataba solamente de los que
ejercían profesiones consideradas impuras, conforme a la clasificación
encontrada en los diversos escritos rabínicos. Según estos textos, los pobres e
incultos también eran calificados de pecadores, lo que en verdad designaba su
impureza ritual (=religiosa) e, ideológicamente, los colocaba en la sociedad en
posición inferior. Económicamente, esto significaba igualmente una condición de
opresión, estableciéndose así una situación irreversible toda vez que la causa
era religiosa y el responsable, según el fariseísmo, Dios.
Este sistema era legitimado a partir del Templo. Por lo tanto, la
explotación y la dominación del pueblo pobre se explicaban desde una ideología
procedente de la élite religiosa establecida en la sinagoga y en el Templo. En
la conquista colonial de América, el genocidio y la opresión encontraron
justificaciones religiosas, pues fueron perpetradas en nombre de la
evangelización y de la jerarquía cultual del rabinismo cristiano con sede en
Europa.
Conclusión
Hoy, en vísperas de la conmemoración de los 500 años de evangelización
de América, nos cabe a nosotros, cristianos latinoamericanos, una reflexión y
discusión acerca de hasta qué punto, en este proceso, la Iglesia no ha sido
utilizada como si fuese el Templo en Jerusalén, para legitimar intereses
colonialistas e imperialistas. Jerusalén adquirió en América otros nombres, que
pueden ser España, Inglaterra, Francia, Portugal. Actualmente el colonialismo
sigue siendo perpetuado, siempre en perjuicio de los pueblos indígenas, pero no
solamente, pues los latinoamericanos y trabajadores en general siguen dando su
sangre para mantener la orgía inicua de Jerusalén. Por ello, conserva plena
vigencia la palabra del profeta Oseas en las expresiones de Jesús: Aprende lo
que significa: misericordia quiero y no sacrificio
9 de diciembre de 2013 a la(s) 6:35
No hay comentarios.:
Publicar un comentario